RAVEL by Vladimir Jankélévitch

autor:Vladimir Jankélévitch
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788491140832
editor: scherzo FUNDACIÓN

En Monfort-l’Amaury, hacia 1930; Ravel, en la cumbre de su gloria. (Archivos Lipnitzki.)

SENSUALIDAD Y VEHEMENCIA

'Nada ha picado hoy –dice el pescador de las Histoires naturelles –, pero siento una extraña emoción'. Entonces, ¿qué verdad interior es esa cuyo mensaje se nos revela indirectamente mediante las danzas y las humorescas y en ese objetivismo que, hecho para esconderla, la pone por el contrario en evidencia con la adhesión sospechosa que Ravel le dedica a ciertos cometidos? Como un amante innombrable que no quiere escoger una sola de sus amigas y no puede disimular sin embargo la inquietud que una de ellas le provoca. La Fauvette indifférente es, según Hélène Jourdan-Morhange, el título de una canción [mélodie] que Ravel planeaba durante la Primera guerra mundial. Ravel es ese ironista caído en la trampa, esa 'fauvette indifférente' 33, no precisamente el Indiferente de Watteau, sino un semi-indiferente, Don Juan para todos, menos para una. 'Mas no, por ahí pasas. Y desde mi umbral veo que te alejas', suspira la amante de Shéhérazade a la vista del Indiferente; y mucho más tarde es el malgache apasionado quien lo dice a Nahandove : 'Te marchas y yo languideceré…' O como Satie le hace decir en Colin-maillard [La gallina ciega] al viejo amante de una dulce juerguista: 'El que la ama a usted está a dos pasos… Se sostiene el corazón con dos manos. Pero usted pasa al lado sin advertirlo…' Parece que todos se acuerdan del Cantar de los cantares: 'Se marchó mi bienamado 34 '. Así pues Ravel tiene sus 'debilidades', sus humanas preferencias, y al sorprenderlas en un relámpago descifraremos mejor lo distinguido de sus distinciones. Por un curioso efecto dialéctico, el extremismo inteligente en el momento mismo de su mayor frialdad vira de golpe a lo contrario. No hay que jugar con fuego. Al pronunciar con imprudencia las palabras del amor nos exponemos a enamorarnos de veras; al pastichear con los gitanos sin tener mucho cuidado, se arriesga uno a despertarse un buen día gitano, prolijo y desaliñado. De manera que el brujo se convierte en víctima de sus propios sortilegios. Devenir mediante estudio y disciplina lo contrario de sí mismo: eso es un juego peligroso para las naturalezas apasionadas, y Ravel no es en modo alguno el primer ingeniero que se ha dejado coger ahí. Ravel conoció bien la tentación del fruto prohibido; no era de acero, como los relojes de L’Heure espagnole, sino al contrario, tenía de nacimiento esa doble y terrible sensualidad, sensualidad armónica y melódica que los músicos apasionados reciben desde la cuna con el beso del hada. Ravel participa de esa comedia incluso si no quería ser más que espectador; él, el testigo, la conciencia, el grillo de España, el emperador de las pagoditas y de las ardillas, ahí está, conmovido como un pobre hombre. ¿Y dónde está esa supuesta sangre fría? ¿Y la soberana ironía, dónde está? Ya no hay sangre fría, ya no hay conciencia por encima de la conciencia: nada más que la confesión de un corazón tierno que resulta ser como todos los corazones.

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